Era niño y Era joven y era viejo
- Roberto Cáceres
- 5 jun 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 5 sept 2024
Os presento un experimento audiovisual que he realizado a partir de uno de mis viejos poemas. Se trata de La Armadurade Escamas de Dragón (Otras vidas), un poema entre autobiográfico (como casi todos) y filosófico, un ejercicio de inmersión en el no tiempo del ánima. Al final del texto os dejo el enlace del audio, espero que os remueva algo poderoso dentro.

La Armadurade Escamas de Dragón
(Otras vidas)
Era joven,
¡Tan joven!
un dorado samurai.
Y esa vida
fue mi vida más brillante
y más difícil.
Espadas,
filos que cortan los pétalos de la flor del almendro,
damas blancas,
niñas que tiemblan, como gotas de rocío envueltas en mariposas.
poesías que mueren en un día,
y leyes inmortales tatuadas en el pectoral del alma.
Aún puedo oler el sonido de tu trenza al viento
y escuchar el rumor de los versos de tu cuerpo en el río.
Yo mismo forjé esta rota coraza de cartón que hoy no me deja
sentir tu piel.
La forjé,
con el oro de las escamas de un dragón amigo;
y yo mismo le maté,
y yo mismo te maté,
y yo mismo me maté.
Y todos muertos,
volvimos a rodar por el monte del destino.
*
Era triste,
y también triste y oscuro.
Era un pobre poeta en una jaula
fabricada por el miedo de los hombres.
Y tenía un rosario entre las manos,
sin amor.
Y tenía a la muerte entre paredes
de Dios.
Esa vida,
fue mi vida menos viva,
toda entera con el alma retorcida,
toda lágrimas y miedo de la muerte,
toda cielo sin lluvia ni tormenta,
toda ansias imposibles de alma y vida.
Y los mundos giraban en la nada,
y los dioses morían en el fuego
con la música inmortal de los poemas
que escribieron los jaguares de otro tiempo
con las plumas aun sangrantes de quetzal.
Y tu trenza fue cortada por mi espada,
y tu río fue violado por mi río,
y tu cuerpo
despojado de sus versos en susurros de oración a un cielo muerto.
Y tú sola te moriste de tristeza,
y yo solo de viejo me morí.
Y no supe subir a la montaña,
y no supe quererte entre las sombras.
*
Era niño
y era joven
y era viejo.
Y sin ser la más larga de mis vidas,
fue de todas, la más viva y luminosa.
La brisa era verde,
y canturreaba débilmente en primavera
y el viento, orgulloso y fuerte, ordenaba el invierno.
Recuerdo el suave frescor de la pradera bajo los pies
y el brillo rojizo de los lomos de la manada al sol.
Recuerdo la voz de la gran madre bajo la lluvia,
y el coro salvaje de sus hijos al son del tambor.
Casi puedo sentir tu piel, casi puedo sentir su olor;
casi puedo llorar de alegría otra vez
como cuando dormía, cada día,
enredado en el negro de tu trenza.
Y de nuevo
tu cuerpo al sol,
regalaba los versos que hacían sonar hermosa mi canción.
Y tu pecho competía
con la fuerza del salmón que vencía la corriente,
y tu mirada, era honda,
y hablaba de las vidas ya vividas,
y tu carne, que era hermana del Coyote,
hacía a mi carne temblar entre tus piernas.
Y crecieron nuestros hijos con su tierra,
y su alma se hizo fuerte con la magia.
Y una tarde nos mataron a los dos
con el fuego irresponsable de aquel dios.
Y tu alma fue guardada por el Águila,
y mi alma fue guarda por el Oso.
Y un buen día,
no sé cuánto tiempo antes o después,
tus lágrimas curaron mis heridas
y tus manos calentaron mi dolor.
Y tu rostro fue mi hermano en otras vidas,
y otros cuerpos compartieron nuestro amor.
Sugerente y emotivo...me gusta
Qué bonitas suenan las palabras cuando se adornan con música. ¡Bien traído, Roberto! Y bien elegida esa voz que acaba removiéndote...