UNA ESTRELLA EN EL CIELO
- Roberto Cáceres
- 10 abr 2024
- 3 Min. de lectura
Os presento el primer relato de la sección de Taller Literario Melquiades, escrito por Isabel Valero que participa en el taller de creación literaria de la biblioteca pública de Guadalajara.
Isabel Valero
Nací en Guadalajara, como buena piscis, creo en el amor y en los cuentos con final feliz.
Casada desde el 2007, y dos hijos. Desde el 2009 decidí quedarme al cuidado de mis niños.
He trabajado en logística y comercio.
Lo que más me gusta es ir a mis talleres de escritura y el club de lectura.
He escrito mi primera novela: EL CAFÉ DE LAS NUEVE.

Una estrella en el cielo
Como cada mañana me encuentro en el mismo sillón sentado con una máquina y una vía en el brazo. Esta semana es diferente, mi padre ha pedido permiso en el trabajo. Con su café en la mano y el móvil me habla del Real Madrid, que ya han terminado las obras y que cuando me recuperé me llevara a ver un partido
Me creo un mantra ilusionándome en cada momento y superando una enfermedad, que al día de hoy la piel de gallina se me pone al recordar mi primer apellido.
En la consulta del doctor, aliento caras largas, el señor de la bata blanca me mira sin brillo en sus ojos, y a mi padre le recorre por sus mejillas unas gotas saladas. No comprendo nada. Mi progenitor rompe el silencio.
—Manuel, este finde quiero llevar al niño al Bernabéu, he mirado el tiempo… —No puede terminar de hablar, me mira y acaricia mi pelona cabeza.
—Sí, esa misma noche ingresa por mí, no hay problema. —¿Perdona? ¿Otra vez voy a estar entre estas cuatro paredes? Pensaba que me daría el día libre
—Claro que sí, se lo prometo. Ahora mismo, mientras que Víctor está en la sala de los héroes, voy a ir a comprar las entradas. —Me sonríe
—¡Qué suerte chaval!
—Sí, voy a ver al Real Madrid. Y mi papi me ha dicho que solo van niños valientes, ¡Cómo yo!
—Quiero fotos Víctor, y lo más importante para mí, que te lo pases genial. —No llega a sonreír.
Llega el sábado y mi cuerpo se encuentra en un oleaje, donde las olas golpean fuerte a las rocas. Me hago el duro y no dejo salir a las lágrimas.
Mientras mi madre me viste, unos enfermeros entran con un paquete entre sus manos, sus sonrisas me hacen ver que me va a hacer mucha ilusión.
—En esta tarde, estamos en busca de un héroe que se dirige al Bernabéu, ni más ni menos.
—¡Soy yo! —Abro mi regalo y me encuentro una camiseta del Madrid, las lágrimas retenidas que tenía salen de golpe. Mi madre me abraza y mis nuevos amigos se unen.
Salimos del hospital acompañado de mi máquina de oxígeno. El taxista al verme me sonríe y me da la enhorabuena por mi camiseta.
Según como bajo del coche, una sonrisa florece en mi rostro, joer, qué grande y, ¡Madre mía, la gente que hay! Me encuentro cansado y nos sentamos en un banco, mi padre me trae una banderita de mi equipo, mi madre, me coge de la mano y nos encaminamos a la puerta. Según como vamos subiendo las escaleras, mi padre me coge aúpa, sonrío y señaló todo, mis ojos son como dos veletas observando.
En la segunda parte del partido, la emoción recorre mis venas. Siento un pinchazo en el corazón y una luz entra en mi cuerpo.
Al abrir los ojos me encuentro en la sala de los que están más malitos, aquí ya he estado en otras ocasiones. El frío se apodera de mis huesos, me muerdo los labios por el temblor, las enfermeras me ponen paños fríos en la frente y lo peor de todo, mis brazos se encuentran llenos de vías.
El sueño hace que vaya cerrando los párpados, el pitido de las máquinas son constantes, voces y murmullos llenan la sala.
Una luz hace que me levante de la cama y camine, un señor vestido de blanco, con pelo largo y barba, me saluda cogiéndome de la mano, a lo lejos veo a mis abuelos y a mi perrita Kira, camino feliz, sin dolor y lo más sorprendente tengo los brazos libres. Hoy me encuentro subido en una nube donde mi cuerpo se encuentra en paz, esa paz que tanto anhelaba, ese dolor ha desaparecido, ¿el porqué, no lo sé? Me da igual todo, puedo correr sin estar cansado.
Dicen que la muerte es dolorosa, y que el familiar se queda llorando. Yo, desde el cielo, digo que no, tenéis que estar felices, aquí no hay dolor, y llevo dos alas que parezco a cupido, sí, ese Ángel de San Valentín.
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